1; 2; 3… Del Uno al número y del número a la Masonería...
E Pluribus Unum
Podríamos referirnos in extenso a la importancia de los números en la tradición
francmasónica. Cualquier miembro de la institución podrá partir de su intuición
sobre los mismos y hallarse a poco camino munido de una bibliografía tan vasta
como el numeroso universo. Es por ello que aquí tenemos un propósito más
modesto: despertar la inquietud sobre tales elucidaciones, pero remitiéndonos a
viejos textos que se hallan estrechamente vinculados al pensamiento platónico,
el que, como venimos insistiendo, parece hallarse en los fundamentos mismos de la Orden a partir de cierta
reelaboración moderna.
En esta empresa seguiremos las precisas
observaciones que F. M. Cornford realiza en su impecable “Platón y Parménides”[i], de
cuya introducción este breve artículo pretende ser el remedo de un editorial
masónico.
Es claro que nos encontramos frente a una
concepción pitagórica que entendía a los números como la naturaleza real de las
cosas. Cornford ditingue dos tradiciones principales: la jónica y la itálica;
la diferencia entre ambas es que “mientras que los jónicos buscaban la
naturaleza de las cosas en algún tipo de materia, la tradición itálica ponía el
peso en el principio de límite o forma, que aparece en primer lugar en la
figura geométrica y en el número”[ii]. Así
las cosas, Cornford cita un texto de Alejandro Polystor que fuera conservado
por Diógenes Laercio y que los masones deberíamos recitar de memoria, como
Padrenuestro de todas nuestras concepciones numéricas y geométricas:
“El primer principio de todas las cosas es
el Uno. Del Uno proviene un Dos Indefinido, como asunto del Uno, que es la
causa. Del Uno y del Dos Indefinido vienen los números; y de los números, los
puntos; de los puntos, líneas; de las líneas, figuras planas; de las figuras
planas, figuras sólidas, y de las figuras sólidas, cuerpos sensibles. Los
elementos de éstos son cuatro: fuego, agua, tierra y aire; éstos cambian y se
transforman por completo, y a partir de ellos se origina el cosmos, animado,
inteligente, esférico y redondeando toda la tierra, la cual es en sí misma
esférica y está habitada por todas partes.”
En el s. I a. C. Eudoro dirá que la Mónada es el primer
principio de todas las cosas y un dios supremo, mientras que los dos “principios
secundarios de la naturaleza de los elementos, los opuestos (lo Limitado y lo
Ilimitado) bajo los cuales se ordenaban sus dos columnas”, no son principios
sino que son posteriores a la Mónada.[iii]
¿Cuáles son esas dos columnas? Pues bien, las que enumera
Aristóteles en la Tabla
de los diez Opuestos distribuidos en dos columnas y que atribuye a “otros”
pitagóricos:
Limitado Ilimitado
Impar Par
Unidad Pluralidad
Derecha Izquierda
Masculino Femenino
Reposo Movimiento
Recto Curvo
Luz Oscuridad
Bueno Malo
Cuadrado Oblongo
Ahora bien, nos encontramos que la Unidad , que se menciona en
la primer columna, participa de la naturaleza de ambas columnas, “puesto que
cuando lo sumamos (la unidad) a un número par, lo convierte en impar, y cuando
lo sumamos a un número impar, lo convierte en par; de ahí que la unidad reciba
el nombre de “par-impar.”[iv]
Cornford sigue su desarrollo sobre
cómo se suceden las figuras geométricas, conforme al citado texto de Polystor, que
desembocará en la formación del “primer sólido, probablemente una pirámide, la
semilla ígnea a partir de la que se generará el mundo”. Para ello se vale de
tres citas aristotélicas, que merecen su transcripción:
“Una vez construido el uno… inmediatamente, las partes más próximas a
lo Ilimitado comenzaron a ser arrastradas y limitadas por el Límite.”
“El
cielo es uno, y desde lo Ilimitado trae sobre sí el tiempo y el aliento o
Vacío, que mantiene siempre diferenciados los lugares de las cosas
individuales.”
“Los
pitagóricos también afirmaron la existencia del Vacío, y que entra en el Cielo,
desde el aliento ilimitado que respira el Cielo, siendo el Vacío el que
mantiene las cosas diferenciadas, por tratarse de una especie de separación o
división entre cosas que están cerca unas de otras; y esto tiene lugar primero
entre los números, pues es el Vacío el que delimita sus naturalezas”
A partir de esto, Cornford encuentra una
fuerte analogía con la teoría médica de Filolao, “quien enseñaba que nuestros
cuerpos están construidos a partir de lo caliente y no participan de lo frío.
La semilla que constituye la criatura viviente está caliente y también lo está
el seno, el lugar en que se deposita la simiente. Después del nacimiento, la criatura
va acortando el aire de fuera, que está frío. Es necesario, por tanto, que el
calor del cuerpo se enfríe por el acortamiento de este aire traído de fuera”.
Es así que el aire ilimitado se identifica con el “vacío”, y se lo coloca en la
categoría de cuerpo elemental. La cosmogonía más antigua contaba sólo con dos
factores primitivos, al decir de Cornford: el Fuego o Luz, asociado al Límite,
y el Aire oscuro, que se identifica con el vacío ilimitado, la “Noche” de las
cosmogonías precientíficas. Posteriormente, los elementos serían, tal como dice
Polystor, cuatro: fuego, agua, tierra y aire.”[v]
Cornford insiste en que el resumen
de Alejandro mantiene ciertos rasgos de la oposición entre el Fuego y el Aire:
“El
aire que está sobre la tierra está estancado y es malsano, y todo lo que se
encuentra en él es mortal; pero el aire que está por encima está siempre en
movimiento, puro y saludable, y todo lo que está en él es inmortal y divino. El
sol, la luna y las estrellas son dioses, pues en ellos predomina lo Caliente,
que es causa de la vida… Los hombres han emparentado con los dioses, porque el
hombre participa de lo Caliente. De ahí que Dios pensara en nosotros… Un rayo
de sol atraviesa el “éter denso” (tal es el nombre que dan al mar y al vaho).
Este rayo desciende hasta las profundidades y vigoriza todas las cosas. Todas
las cosas viven, las que participan del calor – por eso las plantas son
criaturas vivientes – pero no todas tienen alma. El alma es una parte separada
tanto de lo caliente como del éter frío, pues también participa de este. El
alma se distingue de la vida y es inmortal, porque aquello de donde ha salido
es inmortal.”
Todo lo citado hasta aquí nos es
notablemente familiar a los masones y encuentra su lugar en la compleja representación
simbólica que se distribuye en las salas logiales conforme a los diversos
grados simbólicos y los diversos ritos que practica la Orden. Desde el
Delta, el sol y la luna, las columnas hasta aquellos controvertidos “landmarks” que postulan la existencia de
un Gran Arquitecto del Universo y la correspondiente inmortalidad del alma,
encuentran en estos textos sus antecedentes necesarios, olvidados o
desconocidos.
Respecto de la identificación de la Mónada con la Divinidad , poco resta
decir y es evidente que dicha concepción es tributaria de la cosmogonía
religiosa del pitagorismo. La imbricación de esta misma cosmogonía con la
noción de Dios encontró en la masonería un lugar preferencial. Y aunque será
atribuible al calvinismo presbiteriano la denominación de Dios como Gran
Arquitecto del Universo[vi], su
simbolismo ha pasado de los extremos religiosos de los “antiguos”[vii] al
positivismo abolicionista que promovió la supresión en 1877 del art. 1º de la Constitución del Gran
Oriente de Francia que tomaba por base de la masonería la existencia de Dios y
la inmortalidad del alma.[viii]
Una posición moderada y más ajustada a la ritualística de la primera Gran Logia
se encuentra en el Regulateur, en donde no se hace referencia al G.·. A.·. D.·.
U.·. ni en la apertura ni en el cierre de los trabajos. Su referencia sólo
aparece como invocación o evocación en el momento de la recepción de los grados.[ix] En
Argentina esta impronta moderada se hará sentir fuertemente aún en el Rito
Escocés Antiguo y Aceptado, sobre todo a partir de la influencia del
positivismo español que inmigró al país luego de la desgraciada llegada del
franquismo a España, y que se plasmó en la formación del Gran Oriente Federal
Argentino que cambió para siempre la ritualística escocista en estas tierras, y
que encontró su eco en lo que luego devino como Gran Logia de Libres y
Aceptados Masones de la Argentina. La
misma tradición conserva el Gran Oriente Federal de la República Argentina
en sus rituales escocistas. Como se ve, la universalidad del mensaje masónico
fue posible, evidentemente, merced a resignar cierta coherencia con los
antecedentes filosóficos de la francmasonería moderna.
El tema de las luminarias no es
menos polémico. El Rito Moderno en este sentido, a diferencia de otros ritos
como el Escocés Antiguo y Aceptado, conserva una mayor coherencia respecto de
estos fundamentos filosóficos arcaicos. Sigue considerando al Sol y la Luna entre sus grandes luces,
aunque sin duda que en ese devenir histórico la impronta calvinista conservó el
aspecto religioso que, verbigracia, el
escocismo terminó trasladando a una conjunción de Biblia, Compás y Escuadra. No
obstante, si se escarba en el tiempo, el origen del simbolismo seguramente se desembocará
en esta antigua concepción cosmogónica.
Más complejo, en cambio, resulta el análisis
de las columnas. Del pensamiento griego expuesto se colige que deviene de la
noción “par-impar” y su vertebración en dos columnas opuestas, tal como lo expusiera
Aristóteles. De allí que en los rituales del simbolismo masón, la columna
oscura debería estar alineada con la
Luna , con el Par –Indefinido, en tanto que la columna clara
debería estarlo con el Sol, el Impar – Definido. El Rito Moderno, en su versión
del Regulateur, conserva dicha coherencia. No así el Rito Escocés Antiguo y
Aceptado. Y si bien esto ha dado lugar a insolubles discusiones respecto de
dicha ubicación, el origen de tal desquicio parece haber tenido más que ver con
la inversión de las letras J y B que con el Sol y la Luna , a las que estaban
vinculadas. Pero ésta es una materia sobre la cual aún hoy corren abundantes
ríos de tinta en favor de una y otra postura.
Algo similar ocurre con la impronta
cabalista/alquímica que parece tener encontrar mayor campo de acción en el Rito
Escocés Antiguo y Aceptado antes que en el Rito Moderno. Este último reivindica
una pureza simbólica, más ligada al cristianismo calvinista que a fuentes
esotéricas y es por ello que todo aquello vinculado a los cuatro elementos
fundamentales como son fuego, agua, aire y tierra son tomados como una
desviación espuria de la rituálica del Mason Word, antecedente obligado del
rito practicado por la Primera Gran
Logia y conservado por el Regulateur del Rito Francés. No obstante, una
observación pacífica de la cuestión podría llevarnos a observar que, antes que
una disputa entre calvinismo vs. alquimia, la cuestión parece centrarse más en
una concepción cosmogónica propia de la filosofía griega arcaica que analizamos
y que ciertamente logró, por un lado, entroncarse con aquella etapa del cristianismo
que quería mostrar una continuidad y completitud con la filosofía precristiana
y, por otro, con aquellas rama del misticismo judaico o del gnosticismo
cristiano que a la postre terminarían vinculadas a concepciones alquímicas o
cabalistas/alquímicas. El tronco, indudablemente, ha sido común y ha generado
en masonería corrientes simbólicas más o menos barrocas pero con un ADN remoto
común.
Como fuere, esta tarea de indagar sobre
correspondencias exactas entre las cosmogonías fundantes de la masonería y su
adecuada correlación simbólica constituye una de los disparadores más
estimulantes de la Orden
de la Francmasonería ,
desde que las logias siempre han sido tenidas por usinas de pensamiento. Y dado
que, conforme al pensamiento platónico, la filosofía constituye el modo más
digno por el que el hombre se prepara para su muerte no es en balde abocarse a
estos menesteres sub conditione de
que estas especulaciones hagan prevalecer en uno mismo el espíritu sobre la
materia y nos enderecen hacia una vida más recta y provechosa en armonía con el
mundo y el cosmos. Nadie mejor, entonces, que el Platón del Timeo para concluir
este artículo:
Si un hombre cultiva sus apetitos y
ambiciones y dedica a ello todos sus esfuerzos, sus pensamientos son necesariamente
mortales y, en la medida en que sea posible, se vuelve mortal por entero,
puesto que ha alimentado su mortalidad. Pero si su corazón ama el estudio y la
sabiduría verdadera y ha ejercitado esa parte de sí mismo por encima de las
otras, estará, con seguridad, preparado para tener pensamientos inmortales y
divinos; si ha abrazado la verdad, tampoco podrá dejar de poseer la
inmortalidad en la medida mayor que admite la naturaleza humana; y como siempre
conservó con devoción su parte divina y mantuvo el genio guardián (daemon), que
cohabita con él en buen estado, será necesariamente feliz (eudaemon), por
encima de todo. Ahora bien, sólo hay una forma de cuidar de algo: darle los
alimentos y movimientos que le son propios. Los movimientos similares a la parte
divina que hay en nosotros son los pensamientos y revoluciones del universo;
son éstos, por tanto, los que todos los hombres deberían seguir, y… mediante el
estudio de las armonías y revoluciones del mundo, debería entrar con su parte
inteligente, de acuerdo con su naturaleza prístina, en aquello que es semejante
a lo que discierne la inteligencia y alcanzar con ello la plena realización de
la vida mejor que conceden los dioses a los humanos, tanto ahora como en el
tiempo que está por venir.”[x]
[i] Vid.
Cornford, F. M., Platón y Parménides, Introducción: 1. “La cosmogonía
pitagórica arcaica”, Ed. Visor Dis, España, 1989.-
[ii]
Idem, pág. 37.-
[iii]
Idem, pág. 39.-
[iv]
Idem, pág. 43.-
[v] Idem,
pág. 59/60.-
[vi] El término “Gran Arquitecto” fue introducido en
la francmasonería en 1723 por el ministro Presbiteriano James Anderson, quien a
su vez lo había tomado de los trabajos de Juan Calvino, justamente uno de los
fundadores del presbiterianismo. Vid. Macleod, W., Los símbolos masónicos: uso
y abuso, en: http://masonerialaimprentadebenjamin.blogspot.com.ar/2013_09_01_archive.html
[vii]
Respecto de la disputa entre los “Antiguos” y los “Modernos”, vid: Dachez, R.,
“La disputa entre los Antiguos y los Modernos”, traducido por Joaquín Villalta,
en: http://www.ritofrances.es/documentacion/historia/AM.pdf
[viii]
Vid. Ligou, Daniel, “Cuando el GODF abandona el tema del GADU”, en: http://www.ritofrances.es/documentacion/ritualisticos/AH1_Cuando_el_GODF_abanona_el_GADU_I.pdf
[ix] Vid. Regulateur Du Maçon
1801, Primer Grado Simbólico: Aprendiz, publicado por el Círculo de Estudios
del Rito Francés “Röettiers de Montaleau, Ed. Masónica.es, 2010, pág. 57.-
[x] Cit. por Cornford, F. M., op. cit., pág. 67.-
Q.´.H.´. GRACIAS MUY INTERESANTE
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