Sobre la vigencia de algunas observaciones de Gould sobre los literati y la necesidad de cierto rigor científico en la literatura masónica.

    

 La Historia de la Francmasonería de Robert Freke Gould data de 1882 según la edición londinense de Thomas C. Jack.  No estoy seguro de que este hecho marque un hito en la historiografía masónica puesto que el mismo Gould destaca el esfuerzo similar de Findel en su Geschichte der Freimaurerei de 1861. No obstante, la crítica que desliza, al modo inglés, sobre esta obra de su par alemán evidencia el comienzo de una actitud crítica hacia el método observado por quienes quieren acercarse a la historia masónica de un modo serio y libre de los prejuicios, supersticiones y charlatanerías que existen sobre la Orden. En particular, la crítica va dirigida a la nula valoración de la autoridad de las fuentes examinadas en su investigación. Así, en su capítuo I, se lee:

“La publicación de una Historia General de la Francmasonería, por el Sr. Findel (de Leipzig) en 1861, marca una era distinta en el progreso de la literatura masónica. Ninguna historia universal del oficio masónico (en todo lo digno de ese nombre) había sido previamente compilada, y el dictum del caballero de Bonneville fue generalmente consentido, “Que la duración de la vida de diez hombres era un plazo demasiado corto para la ejecución de tan formidable empresa.”
El trabajo de Findel es una compilación altamente meritoria, y refleja un gran crédito a su industria. Los escritos de todos los autores masónicos anteriores parecen haber sido consultados, pero el valor de su historia habría sido mucho mayor de haber una referencia más frecuente a las autoridades. Parece, en efecto, trabajar bajo una completa incapacidad para distinguir entre grados relativos de valor de las autoridades que está intentando analizar.”

Por lo tanto, Gould parece establecer al comienzo de su obra un elemento clave para el progreso de toda investigación masónica seria: la remisión crítica a las fuentes históricas. Este aporte clave mantiene su vigencia actual de un modo inalterado. La proliferación de la literatura masónica, favorecida por los avances de las redes y libros virtuales, hace que el material masónico circulante sea de una cantidad tal que la conspire contra cierta sana discriminación de méritos. Quien se acerca a la masonería en base a la literatura reinante termina en poco tiempo sospechando que la institución no es más que una nave de locos, que su filosofía es tan quimérica como los delirios genialmente relatados por Umberto Eco en “El Péndulo de Focault” y que sus miembros constituyen solamente un club que intenta legitimarse en base al secreto a fin de no desnudar la incoherencia de la materia de sus especulaciones. Los mismos masones parecen navegar en estas oscuras aguas de la incertidumbre cuando comienzan a hundir sus reflexiones en el trasfondo de la historia de las ideas francmasónicas.

La linterna que disipe las tinieblas del camino del francmasón, por tanto, no puede ser otro que el  método paciente y riguroso basado en una clave histórica que se examina bajo una actitud crítica de sus fuentes. La ausencia de valoración sobre las fuentes nos conduce a la crítica de Gould sobre Findel. Pero la lisa y llana ausencia de remisión a las fuentes históricas deja librados a los masones y a los investigadores a su sola imaginación. El resultado no puede ser más desastroso: la proliferación de creencias que no generan sino falsos misticismos, graves supersticiones e incluso actitudes propias de una religión simiesca. Los primeros párrafos de la Historia de la Francmasonería de Gould contienen a este respecto una crítica decisiva y vigente que merece tenerse en cuenta y que por ello mismo se transcribe a continuación, en mérito a su fina pluma:

Hasta un periodo relativamente reciente, la Historia y Antigüedad de la Francmasonería, ha estado envuelta en una nube de oscuridad e incertidumbre. Tratada por norma con un desprecio apenas velado por los hombres de letras, el tema ha sido, en su mayor parte, abandonado a los escritores cuyo entusiasmo ha suplido el lugar de aprendizaje y cuya sola cualificación para la tarea ha sido su membresía a la fraternidad. Por otro lado, sin embargo, debe afirmarse claramente que los pocos literati que han tomado este desagradable motivo, evidencian al menos una equivalente credulidad, en consonancia con su aprendizaje, y mintiendo sus imaginaciones sobre los hechos que son esenciales para las teorías que promueven, han confirmado la creencia preexistente  de que toda la historia masónica no es cierta. Los caprichos de esta última clase han sido agradablemente caracterizados como “los ágiles y vivaces cuentos de los analistas masónicos modernos, que muestran en sus historias una arrogante independencia de los hechos, y compensan la escasez de evidencia con una sorprendente fecundidad de invención. La 'masonería especulativa', como ellos le llaman, parece haberles favorecido con una gran porción de su aireado material, y con escaleras, andamios y ladrillos de aire se han topado con sus históricas estructuras con maravillosa facilidad.” El lector crítico está realmente apto para lamentar que los líderes de la escuela creacionista no hayan seguido el ejemplo de Aristóteles, cuya “sabiduría e integridad” Lord Bacon encomia, en haber “repartido todos los relatos prodigiosos que pensó dignos de registrar en un libro, el que siguiendo detalladamente y en consecuencia, debía ser construido sin ser mezclado ni debilitado con material de dudoso crédito.”

En resumen, las observaciones de Gould indican que:

·         No todo lo que los masones escriben tiene el mismo valor.
·         La simple membresía no da autoridad.
·         El entusiasmo no suple el rigor.
·         La sola imaginación conduce a la credulidad y posterior descrédito de la masonería.
·         El método histórico debe descansar en fuentes serias.
·         Las fuentes deben ser examinadas críticamente para discriminar su distinto valor.

Poco queda por agregar. La advertencia de Gould sigue vigente y el criterio metodológico por él sugerido, aunque simple a prima facie, constituye el arduo conjuro que, si los astros son favorables, nos puede conducir a buen puerto por este oscuro mar de la imaginación anárquica y lunar.

Después vendrá la necesaria crítica hacia la noción de tradición, pero eso es materia tan ardua que no nos es posible abordarla ahora. De momento, bástenos esto: razón y ciencia, que lo demás ya vendrá.


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