Sobre la vigencia de algunas observaciones de Gould sobre los literati y la necesidad de cierto rigor científico en la literatura masónica.
“La publicación de una Historia General de la Francmasonería ,
por el Sr. Findel (de Leipzig) en 1861, marca una era distinta en el progreso
de la literatura masónica. Ninguna historia universal del oficio masónico (en
todo lo digno de ese nombre) había sido previamente compilada, y el dictum del caballero de Bonneville fue
generalmente consentido, “Que la duración de la vida de diez hombres era un
plazo demasiado corto para la ejecución de tan formidable empresa.”
El trabajo de Findel es una compilación altamente meritoria, y refleja un
gran crédito a su industria. Los escritos de todos los autores masónicos
anteriores parecen haber sido consultados, pero el valor de su historia habría
sido mucho mayor de haber una referencia más frecuente a las autoridades.
Parece, en efecto, trabajar bajo una completa incapacidad para distinguir entre
grados relativos de valor de las autoridades que está intentando analizar.”
Por lo tanto, Gould parece establecer al
comienzo de su obra un elemento clave para el progreso de toda investigación masónica
seria: la remisión crítica a las fuentes históricas. Este aporte clave mantiene
su vigencia actual de un modo inalterado. La proliferación de la literatura masónica,
favorecida por los avances de las redes y libros virtuales, hace que el
material masónico circulante sea de una cantidad tal que la conspire contra
cierta sana discriminación de méritos. Quien se acerca a la masonería en base a
la literatura reinante termina en poco tiempo sospechando que la institución no
es más que una nave de locos, que su filosofía es tan quimérica como los
delirios genialmente relatados por Umberto Eco en “El Péndulo de Focault” y que
sus miembros constituyen solamente un club que intenta legitimarse en base al
secreto a fin de no desnudar la incoherencia de la materia de sus
especulaciones. Los mismos masones parecen navegar en estas oscuras aguas de la
incertidumbre cuando comienzan a hundir sus reflexiones en el trasfondo de la
historia de las ideas francmasónicas.
La linterna que disipe las tinieblas del
camino del francmasón, por tanto, no puede ser otro que el método paciente y riguroso basado en una clave
histórica que se examina bajo una actitud crítica de sus fuentes. La ausencia
de valoración sobre las fuentes nos conduce a la crítica de Gould sobre Findel.
Pero la lisa y llana ausencia de remisión a las fuentes históricas deja
librados a los masones y a los investigadores a su sola imaginación. El
resultado no puede ser más desastroso: la proliferación de creencias que no
generan sino falsos misticismos, graves supersticiones e incluso actitudes
propias de una religión simiesca. Los primeros párrafos de la Historia de la Francmasonería de
Gould contienen a este respecto una crítica decisiva y vigente que merece
tenerse en cuenta y que por ello mismo se transcribe a continuación, en mérito
a su fina pluma:
Hasta un periodo relativamente reciente, la Historia y Antigüedad de la
Francmasonería , ha estado envuelta en una nube de oscuridad e
incertidumbre. Tratada por norma con un desprecio apenas velado por los hombres
de letras, el tema ha sido, en su mayor parte, abandonado a los escritores cuyo
entusiasmo ha suplido el lugar de aprendizaje y cuya sola cualificación para la
tarea ha sido su membresía a la fraternidad. Por otro lado, sin embargo, debe
afirmarse claramente que los pocos literati que han tomado este desagradable motivo, evidencian
al menos una equivalente credulidad, en consonancia con su aprendizaje, y
mintiendo sus imaginaciones sobre los hechos que son esenciales para las
teorías que promueven, han confirmado la creencia preexistente de que
toda la historia masónica no es cierta. Los caprichos de esta última clase han
sido agradablemente caracterizados como “los ágiles y vivaces cuentos de los
analistas masónicos modernos, que muestran en sus historias una arrogante
independencia de los hechos, y compensan la escasez de evidencia con una
sorprendente fecundidad de invención. La 'masonería especulativa', como ellos
le llaman, parece haberles favorecido con una gran porción de su aireado
material, y con escaleras, andamios y ladrillos de aire se han topado con sus
históricas estructuras con maravillosa facilidad.” El lector crítico está
realmente apto para lamentar que los líderes de la escuela creacionista no
hayan seguido el ejemplo de Aristóteles, cuya “sabiduría e integridad” Lord
Bacon encomia, en haber “repartido todos los relatos prodigiosos que pensó
dignos de registrar en un libro, el que siguiendo detalladamente y en
consecuencia, debía ser construido sin ser mezclado ni debilitado con material
de dudoso crédito.”
En resumen,
las observaciones de Gould indican que:
·
No todo lo que los masones escriben tiene el mismo valor.
·
La simple membresía no da autoridad.
·
El entusiasmo no suple el rigor.
·
La sola imaginación conduce a la
credulidad y posterior descrédito de la masonería.
·
El método histórico debe descansar en
fuentes serias.
·
Las fuentes deben ser examinadas críticamente
para discriminar su distinto valor.
Poco queda
por agregar. La advertencia de Gould sigue vigente y el criterio metodológico
por él sugerido, aunque simple a prima facie, constituye el arduo conjuro que, si los astros son favorables, nos puede
conducir a buen puerto por este oscuro mar de la imaginación anárquica y lunar.
Después
vendrá la necesaria crítica hacia la noción de tradición, pero eso es materia
tan ardua que no nos es posible abordarla ahora. De momento, bástenos esto: razón
y ciencia, que lo demás ya vendrá.
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