Algunas urgencias, a propósitos de mitos y símbolos.
Dos lecturas me han deparado una
particular felicidad en la búsqueda de la ratio
essendi de la francmasonería en estos días de invierno austral. Por un
lado, la fundamental "Historia de la Teoría Política ",
de Jean Sabine, cuya reimpresión del Fondo de Cultura Económica de México de
2006 aparece revisada por Thomas Landon Thorson; y por otro, el no menos arduo
que completo "Diccionario de los Símbolos", de Jean Chevalier y Alain
Gheerbrant, editado por Herder en España. Puesto a reflexionar sobre la causa que
me llevaría a relacionar estas dos grandes obras, creo descubrir que el estudio
profuso y horizontal del simbolismo del "Diccionario" puede (y hasta
cierto punto debe) ser atravesado por la verticalidad histórica de la obra de
Sabine. Estas dos coordenadas delimitan un mapa de razonable valor para
inteligir la naturaleza de una institución por demás compleja, como es la que
nos ocupa; al menos en un detalle que no es menor, como es el tránsito del mito
al simbolismo.
Refiere Sabine la connotación científica
de este paso. En dos párrafos que me son inevitables transcribir, leemos que:
“En el mundo contemporáneo podemos fácilmente hacer la distinción entre una
descripción del movimiento del Sol a través del cielo dibujando un carro de
fuego que se mueve por algún sendero de los cielos y una descripción que narra
una gigantesca y ardiente bola de gas que aparentemente se mueve debido a la
rotación de la Tierra
sobre su eje. La primera descripción es mitológica, la segunda, científica.
La forma del
mito es aquélla de un cuento: el carruaje es jalado por ocho caballos o por
cuatro bueyes; es conducido por algún individuo en especial; es devorado por un
ave gigantesca (durante un eclipse) para resurgir después. La forma de la
ciencia es un principio abstracto, una descripción objetiva y precisa. No se
requiere ningún atributo de personalidad en la descripción estrictamente
científica. Nótese que en el mito verdadero la historia no es una descripción
simbólica, sino literal. Para los antiguos egipcios el Sol no simbolizaba ni
representaba a ninguna deidad ni era controlado por algún dios invisible y
todopoderoso en particular (éste fue descubrimiento de los hebreos), sino que
el Sol (Ra) era un dios.”[1]
Por lo tanto,
en la visión de Sabine, el símbolo aparece necesariamente despersonalizado. El
paso entre la literalidad propia del Mito a la despersonalización abstracta y
objetiva del símbolo constituye una característica propia del occidente
moderno. Mircea Eliade hablará de una desacralización de la naturaleza y dirá
que “aún no es accesible más que a una minoría de las sociedades modernas y en
primer lugar a los hombres de ciencia.”[2]
Resulta claro
que existe una divergencia entre el carácter impersonal del símbolo en la
concepción crítica de Sabine y la concepción sacra de Eliade, pero, en cambio,
existe una coincidencia objetiva en la preponderancia de una simbología
desacralizada, y despersonalizada en la edad moderna o contemporánea. La
distinta valoración que pueda hacerse al respecto escapa al hecho empírico,
claro y objetivo de que la marcha del tiempo así lo ha establecido en nuestras
sociedades occidentales.
El Diccionario
de los símbolos de Chevalier y Gheerbrandt omite una referencia al papel del
mito y su relación con los símbolos. En su preclara introducción, abundan las
referencias que tratan de diferenciar al símbolo del emblema, el atributo, la
alegoría, la metáfora, la analogía, el síntoma, la parábola, el apólogo y el
signo; [3] pero
nada se dice de aquella forma primitiva de las ideas encarnadas en los mitos.
Esta omisión me ha llamado la atención, puesto que su distinción conceptual
aparece como fundamental, tal como brevemente lo reseñó Sabine. Quizá se
evidencie en esto la complejidad que existe en una materia en donde los aportes
de la historia, la psicología y la antropología aún se encuentran en un proceso
de colaboración e inherencias incipiente.
En este
escenario, la francmasonería, por su particular naturaleza simbólica, aparece
como un testigo privilegiado de un intrincado proceso histórico que ha llevado,
verbigracia, a cuestionar a aquella representación ideográfica que parecía coronar
el edificio masónico. De este modo, el G.`.A.`.D.`.U.`., según se lo entienda
conforme a un marco mítico o a uno simbólico, generará toda una discusión sobre
los antiguos linderos que cierta tradición ha consagrado como perennes.
Como se ve, la
perspectiva histórica, en tanto que indaga sobre la vaga noción de tiempos
inmemoriales de la masonería (in illo
tempore), pone en crisis todo el sistema de representación ideográfica de ésta.
Pero no se trata aquí de entender a la historia como un mero sistema de
ordenación cronológica, sino como el despliegue de una línea temporal sobre la
cual aplicar críticamente los conceptos que la psicología, la antropología y la sociología han desarrollado en su curso. Ésta
tarea, en la orden francmasónica, es todavía incipiente pero no cabe duda de que
la pervivencia pragmática de la orden misma depende en no poca medida del
avance metódico que se haga en este sentido. La percepción de la francmasonería
como una institución arcaica, vanamente tradicional y reducida a una función pseudo
espiritualista o de club social, sumado a la apatía sobre todo lo que no tenga
que ver con el mundo virtual e inmediato de la actualidad, demandan con
particular urgencia aportes críticos concretos que hagan que la francmasonería
tenga algo más que decir en estos tiempos que grandes discursos en odres
viejos.
[1]
Sabine, Jean, Historia de la Teoría Política ,
FCE, México, 1996, pág. 27.
[2]
Eliade, Mircea, Lo Sagrado y lo Profano, Ed. Labor, Barcelona, 1983, pág. 130.
[3]
Chevalier, Jean; Gheelbrandt, Alain, Diccionario de los Símbolos, Herder, 2009,
pág. 18 y 19.
Falta la fuente de la illustracion primera. Se trata de mi grabado: www.jens-rusch.de
ResponderEliminarEstimado Jens Rusch, lamento haberla omitido. Debo decirle que su grabado es exquisito y que constituye toda una alegría saber que existen Hermanos de tanta calidad artística. De nuevo, mil disculpas por mi omisión e ignorancia. De todo se aprende. Abrazo franterno.
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