Platón y el atávico simbolismo del Mediodía



El arte de la traducción ciertamente es difícil. El viejo refrán italiano que juega con la similitud entre los términos traductor (traduttore) y traidor (tradittore) da cuenta de lo arduo de dicha ocupación. Es por eso que la remisión a los textos originales y a sus traducciones más fieles puede aportarnos nuevas luces que orienten el verdadero sentido de la obra y, en ocasiones, descubran detalles que abran la puerta a fructíferas investigaciones.

En el caso que ahora nos ocupa, tenemos el siguiente fragmento del “Fedro” de Platón:

Μήπω γε, ὦ Σώκρατες, πρὶν ἂν τὸ καῦμα παρέλθῃ. Ἢ οὐχ ὁρᾷς ὡς σχεδὸν ἤδη μεσημβρία ἵσταται ἡ δὴ καλουμένη σταθερά; Ἀλλὰ περιμείναντες καὶ ἅμα περὶ τῶν εἰρημένων διαλεχθέντες, τάχα ἐπειδὰν ἀποψυχῇ ἴμεν.[i]

En la traducción que publicara en 1871 Patricio Azcárate, el fragmento aparece traducido del siguiente modo:

“FEDRO:- No, Sócrates, aguarda á que el calor pase. ¿No ves que apenas es medio día, y que es la hora en que el sol parece detenerse en lo más alto del cielo? Permanezcamos aquí algunos instantes conversando sobre lo que venimos hablando, y cuando el tiempo refresque, nos marcharemos.”[ii]

Así las cosas, este pequeño párrafo no tendría mayores cercanías con la masonería que una cierta alusión al mediodía, su impronta en la temperatura, y la consecuente necesidad de detenerse a buen refugio para filosofar. No obstante, la traducción más literal de Editorial Gredos, célebre por su rigurosidad en estos menesteres, da cuenta de una ligera pero significativa variante:

“FED. - No, Sócrates, todavía no; no antes de que se pase este bochorno. ¿No ves que ya casi es mediodía, y que está cayendo, como suele decirse, a plomo el sol? Quedémonos, pues, y dialoguemos sobre lo que hemos mencionado, y tan pronto como sople un poco de brisa, nos vamos.”[iii]



Como se ve, esta traducción literal aparece como vinculada con la masonería de un modo más estrecho, al punto de preguntarnos si como tal no constituye el origen de la impronta horaria en los rituales masónicos, particularmente la del mediodía.

Mackey, en su celebérrima enciclopedia, no parece dar muchas precisiones respecto del origen de la expresión, remontándola a la tradición de la construcción del Templo y en antiguos rituales del S. XVIII sin mayores datos.[iv] Por su parte, el más reciente diccionario masónico de Juan Carlos Daza tampoco aporta mayores datos al respecto, insistiendo en la idea del mediodía como el momento de mayor luz del día[v].

¿Pero es esto así? De la inteligencia textual del texto platónico se colige que la hora referida tiene una influencia mayormente térmica que lumínica, lo que, en una estación determinada, puede llevar a exigir que sea el momento adecuado para buscar descanso y refugio del “bochorno” horario y, en aras a un ocio creativo, volcarse a la reflexión. Y dado que los trabajos masónicos son de suyo reflexivos y masónicos, la génesis de la expresión ha de haber estado vinculada en la práctica a esta realidad más que a un contenido simbólico determinado que, si bien se ajusta a su desarrollo lógico, no tiene asidero con ninguna empresa constructora operativa real. Si se quiere insistir sobre el origen operativo del gremio, deberá tenerse en cuenta que las grandes obras catedralicias, verbigracia, se hacían precisamente durante las estaciones más cálidas por cuestiones obvias de secado de argamasas que impedían el desplazamiento de las grandes piedras y las fijaban adecuadamente. Por lo que en las estaciones gélidas y húmedas, en donde el mediodía boreal no generaba tales bochornos, tal hora no tenía incidencia alguna en la necesidad de descanso desde que los trabajos operativos estaban de hecho suspendidos.



No obstante, la vinculación de una hora de reflexión y una imagen alegórica de una luz que cae a plomo, sin duda resultan altamente sugestivos para el pensamiento masónico y no parece en balde sugerir que, conforme el innegable antecedente neoplatónico que parece subyacer en la formación ideológica de la masonería moderna, este texto parece haber tenido un papel significativo al momento de formular en sus rituales un simbolismo muy preciso sobre dicha hora central.
  




Posdata: Repasando una de las monografías de Carl Gustav Jung que aparecen publicadas en su celebérrima obra “Simbología del Espíritu”, encuentro que el autor refiere el cuento de Grimm del “espíritu en la botella”[vi], en donde los hechos se desarrollan a partir de que su protagonista llega a una vieja y enorme encina mientras pasea por el bosque durante el descanso del mediodía. El autor, no obstante analizar la figura arquetípica de Mercurio en el relato y otros aspectos secundarios, no se detiene sobre este significativo detalle de la hora. No obstante, por la misma función arquetípica que Jung le atribuye a los cuentos en la psiquis humana, el hecho no ha de ser casual y no sería de extrañar que la conjunción de las ideas de calor, descanso, luz y reflexión pueda encontrar ya no su fuente en simbolismos platónicos sino en atávicas formaciones arquetípicas de la mente humana. Quién sabe…








[ii] Vid. Platón, Obras Completas, Ed. de Patricio Azcárate, Tomo 2, Madrid, 1871.-
[iii] Vid. Platón, Diálogos, III, Ed. Gredos, pág. 337.-
[iv] Vid. Mackey, Albert, An Encyclopaedya of Freemasonry, New York y Londres, 1914, voz: High Twelve, pág. 328.-
[v] Vid. Daza, Juan Carlos, Diccionario Akal de la Francmasonería, Ed. Akal, Madrid, 1997, voz: mediodía, pág. 257.-
[vi] Vid. Jung, Carl G, “Simbología del Espíritu”, Ed. FCE, México, 2008, pág. 59.-

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