Un cuento breve: a propósito de nuestras tradiciones rituálicas.

Hace poco más de una semana, sentados en la Sexta Avenida de la isla de Manhattan, mi gran y querido amigo Daniel Lencinas, genial escritor, y yo mantuvimos una exquisita conversación sobre ciertas curiosidades de las tradiciones que luego devienen en rito. La exquisitez es mayúscula no sólo por la conjugación de la amistad y el lugar, sino porque él no tiene ningún vínculo con la masonería. Por lo que, ante esta nota de universalidad del tema en cuestión, el intercambio fue más que provechoso. En dicha ocasión, mi querido amigo me refirió este cuento, que a continuación transcribo tal como él me lo enviara posteriormente, a los fines de examinar en forma crítica, la historia, vigencia y sentido de nuestras tradiciones rituálicas.

EL GATO DEL GURÚ

Anthony de Mello

 
Cuando, cada tarde, se sentaba el gurú para las prácticas del culto, siempre andaba por allí el gato del ashram distrayendo a los fieles. De manera que ordenó el gurú que ataran al gato durante el culto de la tarde.
Mucho después de haber muerto el gurú, seguían atando al gato durante el referido culto. Y cuando el gato murió, llevaron otro gato al ashram para poder atarlo durante el culto vespertino.
Siglos más tarde, los discípulos del gurú escribieron doctos tratados acerca del importante papel que desempeña el gato en la realización de un culto como es debido.




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