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BRISTOL Y SU IMPORTANCIA PARA LATINOAMÉRICA

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                                 N o hace más de una semana que el trabajo minucioso de los Hermanos Saúl Apolinaire y Víctor Guerra sobre el ritual de Bristol llegó a mis manos. En pocos días lo leí con el frenesí que la ansiedad requería, previendo acertadamente que se convertiría en un libro de relectura y consulta asidua.               Para quienes provenimos de masonerías latinoamericanas, poco propensas a cuestionarse sobre el origen real y no mítico de sus fuentes rituálicas, de sus tradiciones particulares y siempre dóciles a cierto canon pétreo de una bibliografía desteñida, un libro de esta naturaleza no puede sino ser vitoreado como una brisa fresca y auspiciosa para inquietudes vivas.                 Alguna particularidad vinculada a sus autores constituye una pista no menor de una trama que puede (aunque no quisiera llevarme por un excesivo entusiasmo) llegar a desarrollarse y ramificarse en la masonería hispano hablante de América: uno de sus autores es

Platón: Luz, Sol y Ojo.

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          Insistir sobre la vinculación del platonismo con la francmasonería puede ser visto como una obsesión, en tanto que la re-interpretación de tales ideas a cargo de los filósofos neoplatónicos de la modernidad puede derivar en un árbol cuya ramificación puede acarrear la locura a cualquier obsesivo.       Pero a riesgo de tal destino, considero útil citar textualmente las palabras de Platón sobre un tema que, cuando es pasado por alto sólo alimenta un misterio innecesario, y cuando se lo intenta abordar desde los estudios masónicos termina uno indigestándose con una gran variedad de ideas irracionales, quizá por lo difícil que siempre ha sido dominar la imaginación con las riendas de la razón; empresa ésta que suele empapelar la oscura buhardilla de la pereza que muchos dan en llamar "misterio" (con perdón de la circularidad del párrafo).      El tema en cuestión se refiere a tres símbolos estrechamente vinculados en masonería: la Luz, el Sol y el ojo, y

Un poco de fatiga, sólo eso.

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            En el año 1973, Jorge Luis Borges participaba de una conferencia sobre literatura dirigida por Alvaro Galvez y Fuentes junto a Salvador Elizondo, Juan José Arreola, Germán Bleiberg y Adriano González León. En la misma, el notable escritor Juan José Arreola ponía en cuestión la excesiva publicación de libros, que ya no tenían por objeto el conocimiento sino el mero consumo. Borges acotaba al respecto la necesidad de reivindicar la tradición oral, anterior a toda literatura, por su valor intrínseco y no por su pretensión de masividad. Por decirlo de otro modo, se trataba de reivindicar la perennidad del valor propio de las ideas, a fin de evitar tener por valiosas cualquiera de ellas por el sólo hecho de estar publicadas. Es claro, en estos casos, que la publicación de las ideas se trata en todo caso de un accidente y el valor de las mismas no puede reducirse a una autoridad basada en su publicidad y pretensión de consumo y masividad.       Si esta crítica result