Breves consideraciones sobre el Fedón, y la memoria de la muerte del Hermano Sócrates - a propósito de los orígenes ideológicos de la Francmasonería-

A mis HH.·. MJZ y ML, compañeros de lecturas, en el día del Amigo.
No ignoro que aplicar el calificativo “Hermano” a Sócrates pudiera valer como una de las habituales extralimitaciones masónicas que refieren los detractores de la masonería, quienes nos acusan de apropiarnos de cuanta personalidad ha hecho roncha en la historia humana. Hacia el final de "El Libro del Fantasma"[i], Alejandro Dolina nos refiere una fraternidad celestial que goza paradójicamente de la esperanza, de la incertidumbre y aun del desengaño aunque en las más nobles de sus formas. Entre ellos enumera al Hermano Platón, y nada nos impide imaginarlo en la compañía de Sócrates. De lo que se sigue que no se trata sólo de la masonería, sino de un sentimiento auténtico de hermandad que quiere acercarnos a esos grandes espíritus de la que nos habla la memoria allende la muerte. Así las cosas, la policía antimasónica puede respirar en paz.

O no tanto. Quiero rescatar los términos muerte y memoria para escudriñar un poco más sobre el profundo sentimiento de fraternidad, y si la suerte me acompaña, esbozar luego una hipótesis sobre la posible genética platónica de la masonería.

Respecto de la memoria, y sin connotación alguna a la anamnesis platónica, cabe señalar la importancia cardinal que ostenta esta fundamental potencia humana cuyo sólo examen excedería en mucho los modestos propósitos de este ensayo. Baste referir su papel fundamental a la hora de formar hábitos y virtudes, cuya causa fin quedaría vacía de contenido sin su forma. Ha sido en parte gracias a la gran labor científica de Frances Yates que la memoria ha sido revalorizada en su papel fundante de sociedades cristianas modernas de raigambre neoplatónicas, o cabalista-herméticas como prefiere denominarlas.[ii] Si la masonería es o no tributaria de esas sociedades, es cosa que todavía reclama ríos de tinta seria (de la otra, hay océanos). Y aunque nos inclinamos por la primera de las hipótesis, lo que no puede negarse es el papel central que la memoria ostenta en la rituálica masónica, en su pedagogía y, por lo tanto, en sus fines formativos.[iii]

Y está el tema de la muerte, claro. Objeto siempre de serias y profundas reflexiones, la muerte no podía estar ajena a la cosmovisión masónica. Quizá un exceso vinculado con extralimitaciones esotéricas que no vienen a cuento, la han hecho más cercana a la idea genérica de cambio que a una realidad futura concreta. Y para eso el auxilio de la memoria aparece como fundamental, porque todo el sistema parece pensado con una sola finalidad: conscientizarnos de ese postrer hecho para encarar de otro modo nuestro tiempo vital. Me viene a la memoria aquella enseñanza del Eclesiastés[iv] que el latín traduce en una belleza impecable:

“In omnibus operibus tuis memorare novissima tua, et in aeternum non peccabis”

(En todas tus acciones ten presente tu fin, y no pecarás jamás)

Ciertamente la hipótesis de la francmasonería como una concreción históricamente tardía de aquellas sociedades cristianas, al modo de las que pensaron Campanella, Moro, Andreas y otros pensadores del primer humanismo[v] es fuerte, y por tanto no es peregrino que la conjunción neoplatónica de las ideas de muerte y memoria estén muy presente en su esencia ideológica. Pero también es cierto que otras corrientes historiográficas actuales, si bien no desconocen la influencia del pensamiento cabalístico-hermético característico del neoplatonismo de Ficino dentro de la rituálica masónica, relativizan su importancia a la hora de fijarlos como elementos constitutivos del génesis rituálico de la masonería. Actualmente, el Círculo de Estudios del Rito Moderno Röettiers de Montaleau ha contribuido a la desmitificación de esta corriente mayoritaria que se había impuesto fundamentalmente por la preponderancia del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, y ha hecho aportes definitivos de material en lengua española que nos obliga a replantear seriamente las bases mismas desde donde nos hemos situado a la hora de construir nuestra perspectiva masónica.

Si esto es así, cabe plantearnos si hubo un neoplatonismo cristiano desvinculado del pensamiento hermético que pudiera haber contribuido a la formación ideológica de una masonería temprana y que hubiese albergado en su rituálica recursos mnemotécnicos vinculados a la idea regeneradora de la muerte.

Sea cual fuere la respuesta, el Fedón de Platón contiene diversos tópicos que la masonería hará suyos en el transcurso de su elaboración rituálica. Además de los referidos en cuanto a la memoria y la idea de muerte como estímulo catártico, podemos señalar la idea de la filosofía como profesión o modo de vida, la idea de materia y espíritu, la recreación de las tragedias como método catárticos de purificación, la Sabiduría misma como rito purificador, el cuerpo como potencia engañosa de la verdad, como prisión pero a su vez como taller o recinto positivo para acercarse a la sabiduría, la idea de continuum de vida y muerte como prueba de la inmortalidad del alma, la elaboración de una teoría de opuestos y contrarios, y toda una teoría del conocimiento basado en la anamnesis que no está ajena al pensamiento masónico, sumado a una concepción de la virtud claramente plasmada en la filosofía de la institución. Incluso cabría referir algunas diferencias apuntadas por Platón respecto de la idea pitagórica del alma como armonía que, aunque excede nuestro propósito, no podemos dejar de reseñar a los fines de alertar a los cofrades en su, a veces, irreflexiva invocación a tradiciones pitagóricas que a menudo manejan ligeramente. Podría hacerse un inventario aún más amplio de aspectos de este diálogo platónico fundamental que están directamente vinculados a la filosofía rituálica de la masonería, pero es mi intención llamar la atención sobre el mismo a los efectos de que su lectura nos proporcione, al menos, aquel estado de perplejidad que suele ser el umbral de la sana filosofía, de la sabiduría al fin.

No queriendo agotar la paciencia de ningún lector concluyo, al fin, limitándome a reproducir un pequeño momento del diálogo que nos trae a la memoria la idea de la muerte como un camino hacia aquella luz que está más allá de la puesta del Sol, y que los sabios canteros sabrán apreciar en su justa extensión al ver al Sabio Sócrates enderezarse virtuosamente hacia la muerte, en su viaje al Hades:

“…tal vez es de lo más conveniente para quien va a emigrar hacia allí ponerse a examinar y a relatar mitos acerca del viaje hacia ese lugar, de qué clase suponemos que es. ¿Pues qué otra cosa podría hacer uno en el tiempo que queda hasta la puesta del Sol?”[vi]






[i]Me vi saliendo con mis amigos más queridos de la Universidad de Salamanca. Don Miguel de Unamuno acababa de darnos clase, Caminamos por un sendero arbolado. A cada instante nos saludaban señoritas maravillosas. Una de ellas nos invitó a una fiesta para esa misma noche. Supe el nombre de algunos invitados: el hermano Platón, el hermano Shakespeare, el hermano Osear Wilde, el hermano Miguel Ángel.
Al cabo de un rato comprendí que el paraíso estaba lleno de deliciosos problemas. Que existía la incertidumbre y la esperanza y aun el desengaño. Pero que todo asumía la más noble de sus formas.” Vid. Dolina, Alejandro, El Libro del Fantasma, Ed. Colihue, Bs. As. 1999.-
[ii] Acerca de la vinculación entre el neoplatonismo y las sociedades cabalistas - herméticas, vid. Yates, Frances, La Tradición Hermética en la ciencia renacentista en: Ensayos Reunidos, III, Ideas e Ideales del Renacimiento en el Norte de Europa, Ed. FCE, México, 2002, pág. 333 y ss.
[iii] También a estos fines, los aportes de Frances Yates son fundamentales. A saber, sus investigaciones plasmadas en El Arte de la Memoria y El Teatro del Mundo, dan fundamentos señeros sobre aquellos métodos mnemotécnicos basados en la impronta arquitectónica y teatral, en los cuales la masonería basa su puesta en escena rituálica en torno a la construcción del Templo de Salomón.
[iv] Eclo, 7,36.-
[v] Frances Yates hace un análisis respecto de estas sociedades cristianas, y ve a la francmasonería como una de las depositarias de las tradiciones cabalistas-herméticas de aquel primer humanismo, aunque no directamente vinculadas al pensamiento rosacruz. Vid. Yates, Frances, El Uliminismo Rosacruz, FCE, Madrid, 1972.-
[vi] Platón, Fedón, 61e.-

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